sábado, 12 de noviembre de 2011

Alimentación para una ganadería de precisión

La intensificación en los sistemas pecuarios avanza, alentada hoy, especialmente, por los buenos precios de la carne y de la leche. Y si se pretende mejorar el resultado de la empresa, afinar el manejo de la alimentación es decisivo. Con ese objetivo, en el V Congreso de Nutrición y Forrajes Conservados realizado en Rosario se presentaron las últimas tecnologías para apuntar a una ganadería de precisión.
Aunque la henificación es el sistema de conservación de forraje más difundido en Argentina, su producción suele ser ineficiente y en muchos casos de baja calidad. 
Para mejorar la situación “hay que pensar en la producción por hectárea y no por animal, y lograr estabilidad en la producción”, indicó el ingeniero Pablo Cattani, docente de la Universidad Católica de Córdoba quien detalló los pasos a seguir para lograr un heno de calidad. 
De acuerdo al técnico, antes de sembrar las pasturas se deben elegir bien los lotes, diagnosticar su fertilidad y aptitud para determinar el potencial productivo, y establecer un plan de fertilización.  “Es muy importante clausurar los lotes destinados a conservación de forrajes a fin de obtener un heno de mejor nivel nutritivo y a menor costo”, subrayó. 
En cuanto a densidad de siembra, Cattani sugirió no menos de 18 kg/ha de alfalfa o 250-280 plantas por m2. Además, recomendó concentrar la producción de heno en épocas que favorezcan su secado: “Con bajas temperaturas, el secado disminuye, haciéndose casi nulo por debajo de los 15ºC”, precisó. 
Finalmente, una vez confeccionado “es fundamental categorizar el heno de acuerdo a su calidad para identificar qué rollo o fardo se le suministrará a cada categoría animal según sus requerimientos”, remarcó el docente. 
Una alfalfa bien conservada
Según datos de INTA, en Argentina la superficie destinada a alfalfa se redujo a 2,5 milllones de hectáreas; a pesar de que el potencial de las variedades trepó de 8.000 kg de MS/ha/año a 15.000. Entretanto, el aprovechamiento de los alfalfares a campo, es bajo, apenas el 60% del total producido.
Para Ingeniera Agrónoma Miriam Gallardo, de INTA Castelar, las pasturas de alfalfa “son muy buenas para la salud del ganado”, sin embargo, utilizadas sólo para pastoreo directo son mal aprovechadas y pueden generar problemas metabólicos: “La selectividad del ganado genera desbalances de energía y proteína, y desórdenes como empaste, acidosis o hipomagnesemia”, detalló la investigadora. Además, a raíz de la estacionalidad, la alfalfa presenta disponibilidad limitada en otoño-invierno y baja calidad en verano.
Para conservar la calidad del forraje y suministrarlo a lo largo del año se puede recurrir a la henificación, silaje o henolaje. Así, se incrementa su eficiencia de conversión en producto y la rentabilidad del sistema.
“El heno de alfalfa es clave como fuente de fibra para equilibrar dietas en base a pasto fresco; y si el forraje se cosecha con mucha hoja, también es una fuente importante de proteínas”, afirmó Gallardo. 
Por otra parte, el ensilaje de la leguminosa brinda fibra y proteína pero escasa energía, siendo una buena alternativa para suplementar silo de maíz o sorgo, o para sustituir a la pastura cuando las condiciones climáticas no permiten el pastoreo normal.
Julio Godoy, asesor de empresas lecheras, decidió reemplazar pastoreo mecánico por ensilaje de alfalfa en tambos de gran escala por cuestiones fundamentalmente operativas. “En silo de alfalfa hay que trabajar duro durante tres meses hasta terminar la confección, en pastoreo mecánico se trabaja duro todo el año”, señaló. Otra ventaja, es que logró estabilizar la producción de leche, evitando las oscilaciones a lo largo del año. En contra, juegan un mayor costo de confección, y la necesidad de un tapado inmediato y pisado agresivo para evitar la generación de ácido butírico.
Las opciones para una alimentación eficiente son varias y habrá que analizar cuál es la tecnología más conveniente para cada establecimiento. Como dijo Godoy: “El sistema correcto es aquel que cada productor pueda manejar bien y eficientemente”.
El tamaño es importante
La principal fuente de energía en los cereales es el almidón, y su correcta digestión es de suma importancia para que los animales lo transformen en leche o carne.
“El tamaño de grano, su dureza y contenido de humedad son factores que afectan la digestibilidad del almidón”, explicó Fred Owens, investigador de Pioneer en Estados Unidos . En el grano seco, el principal problema es su dureza y “la manera más sencilla de solucionarlo, es moliéndolo en partículas finas antes de suministrarlo”, señaló el especialista.  Y advirtió que los animales más viejos, por su menor capacidad de masticación, no deben recibir grano entero.
Por otra parte, los maíces vitrosos son más duros y difíciles de digerir que los arenosos. “Cuando se brinda maíz flint entero, la mayor parte del producto pasa por el tracto digestivo sin que se digiera; entonces es fundamental el procesamiento de los granos”, explicó Owens. Esta acción es clave en Argentina donde predomina el suministro de flint. 
En el caso del ensilaje, donde hay una fermentación previa a la ingesta, las proteínas que protegen el almidón se degradan y lo vuelven más disponible. Pero en los ensilados maduros que contienen granos más duros, esto se dificulta; por eso es importante moler el grano al momento de la cosecha.
Para evaluar cuánto almidón se digiere, Owens recomendó medir su presencia en heces: “Un alto contenido indicará que no estamos haciendo un buen trabajo ya que hay una escasa digestión”, concluyó.

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