viernes, 16 de septiembre de 2011

La lechería da para más

En los últimos años, en Argentina, muchos tambos pequeños han ido desapareciendo, algunos a expensas de la agricultura, otros, absorbidos por grandes establecimientos lecheros. Sin embargo, existen tecnologías simples que permitirían a las empresas de base pastoril, aumentar considerablemente su rentabilidad de una manera sustentable. De ese modo se evitaría el abandono de la actividad, promoviendo los sistemas mixtos con los beneficios ambientales, productivos, sociales y económicos que ellos acarrean.
Para dar a conocer estas tecnologías, la Facultad de Ciencias Agrarias (FCA) de la Universidad Nacional de Rosario organizó una jornada de capacitación en su predio de Zavalla, donde expuso los resultados obtenidos en su módulo lechero (ver aparte) y se analizaron las distintas posibilidades para la intensificación de la lechería. 
En la mayoría de los tambos del país las vacas se alimentan en base a pasturas. Pero en los últimos tiempos, algunas grandes empresas han comenzado a adoptar el sistema de confinamiento, actualizando el debate sobre la conveniencia de los distintos modelos productivos. 
De acuerdo al ingeniero Eloy Salado, de INTA Rafaela, los tambos estabulados en Argentina están reservados a quienes poseen un gran número de animales que prefieren liberar superficie para la agricultura y centralizar varios establecimientos en uno.
Según el técnico, la alternativa no es recomendable para los pequeños tamberos por la inversión que implica y porque aún hay posibilidad de crecimiento en los sistemas pastoriles a través de la intensificación de las pasturas y el mejoramiento del rendimiento de la rotación.
“Que un productor tenga escala chica no significa que sea ineficiente pero hay un 80% de tambos argentinos que se ubican por debajo de los 7.000 kilos de leche/hectárea/año, teniendo tecnologías probadas disponibles con las que podrían aumentar la eficiencia de producción hasta 10.000 kg, obteniendo así buena rentabilidad sin necesidad de invertir en instalaciones para el encierre”, indicó Salado.
Optimizar la gestión haciendo los ajustes que faltan en la alimentación, el manejo empresarial y el sanitario, permitiría lograr un importante salto en eficiencia tal como lo demuestran los resultados de los tambos con base pastoril de la FCA y de INTA Rafaela. En este último, por caso, los márgenes igualan o superan a una soja de 40 quintales. 
“Muchas veces, la tecnología ni siquiera tiene costos: llevar correctamente los registros productivos y reproductivos, hacer un uso correcto de la suplementación, utilizar en forma eficiente las pasturas, verdeos y silajes, no cuesta dinero y brinda un beneficio muy grande”, explicó el ingeniero Hugo Álvarez, responsable del Módulo de Producción Lechera de la FCA.
El profesor llamó a desechar la idea de que la soja es lo más conveniente económicamente: “El tambo demanda más presencia y esfuerzo del productor pero si se lo integra a la agricultura, es más rentable y más amigable con el ambiente”.
Cuestión de escala
Si bien en Argentina predominan los tambos con base pastoril, las experiencias en confinamiento avanzan. Ambos sistemas presentan ventajas y desventajas, y la elección de uno u otro dependerá, fundamentalmente, de una cuestión de escala. “Cuando los tambos cuentan con un gran número de vacas es muy difícil hacerlo pastoril y para simplificar el manejo se recurre a concentrar todas las vacas en un sólo tambo; pero no veo que esto tenga ninguna justificación en un establecimiento pequeño”, explicó Salado. 
Aunque en los sistemas lecheros estabulados se verifica una mayor producción por vaca, esto se debe a un mayor consumo de un alimento más caro, así, la eficiencia de conversión termina siendo similar a la de los tambos con pastoreo. Además, con los animales encerrados se generan importantes problemas sanitarios -mastitis y enfermedades podales-  y se presentan dificultades para la eliminación de efluentes.
Por su parte, los sistemas pastoriles tienen menor impacto ambiental, mayor sustentabilidad, menores costos y mayor demanda de horas/hombre.
El tambo de Zavalla
El módulo productivo de la FCA era absolutamente pastoril y comenzó a intensificarse en 1988. Por ese entonces los kilos de leche producidos anualmente por hectárea eran 2828 y la grasa butirosa (GB) llegaba a los 105 kg/ha, con un resultado económico que Álvarez calificó de “preocupante”. Hoy, después de un proceso de incorporación de tecnologías sencillas, este tambo mediano (145-165 vacas en ordeño) integrado a un sistema mixto, con una dieta compuesta por un 40% de pasturas y verdeos, silaje y concentrados, produce 9840 kg/ha al año y 354 kg de GB.
Además, comparando el ingreso bruto total del tambo con el de la soja, se obtuvieron $17.813 y $ 4.175, respectivamente, siendo el margen bruto del módulo de lechería $ 4.355 y el de la oleaginosa $ 2.433.
Se observa que intensificando la producción y haciendo los ajustes de manejo necesarios, “es posible lograr un tambo sustentable desde el punto de vista productivo, ambiental, social y económico”, destacó el docente.

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