viernes, 16 de septiembre de 2011

Ajustando la nutrición del maíz

El maíz es un cultivo con altos requerimientos nutricionales y el gasto en fertilización representa una parte importante de los costos de producción. Por eso, conocer las tecnologías de fertilización más eficientes, resulta fundamental a la hora de optimizar los recursos, maximizar los rendimientos y aportar a la sustentabilidad del sistema.
En el congreso anual de FERTILIZAR que tuvo lugar en Rosario, el ingeniero Ricardo Melchiori de INTA Paraná, presentó los resultados de las experiencias que están desarrollando en el Proyecto Diagnóstico, pensando en ajustar la fertilización nitrogenada de maíz.
Tal como explicó el técnico, la acumulación de rastrojos en superficie producida por la siembra directa, puede reducir la eficiencia del uso del nitrógeno (N) como consecuencia de una mayor inmovilización o pérdidas del mismo. Si bien la incorporación del fertilizante al suelo puede contribuir a evitar las pérdidas, las cuestiones operativas limitan la práctica sólo a los primeros estadios de la planta cuando todavía es posible el tránsito de las máquinas. En estas condiciones, la urea por su mayor volatilización puede ser menos eficiente que otras fuentes. Por caso, el nitrato de amonio (NA), el nitrato de amonio calcáreo (CAN),  la urea-nitrato de amonio en solución (UAN) o el tiosulfato de amonio, presentan menos chances de pérdidas por volatilización.
Así, apuntando a encontrar las mejores tecnologías, en el INTA evaluaron los efectos de las distintas fuentes de N y momentos de aplicación en Balcarce, Pergamino, Rafaela, Marcos Juárez, Paraná y Santiago del Estero entre las campañas 2006 y 2009, comprendiendo condiciones productivas y climáticas diversas. El foco estuvo puesto en medir las respuestas de la planta en kilos de grano producidos por unidad de producto y la eficiencia en el uso del nutriente.
“A lo largo de estos años hemos obtenido una alta respuesta a la aplicación de N, con resultados promedio de dos toneladas al agregado de N, que en términos generales fue independiente del momento de aplicación y con diferencias muy pequeñas entre las fuentes evaluadas”, resumió Melchiori.
Las fertilizaciones se hicieron a la siembra, en seis y diez hojas desplegadas, considerando la posibilidad de ampliar la ventana de aplicación de los nutrientes,  ya que “esto abriría las oportunidades de manejo al enfrentar distintas condiciones climáticas o de temperatura, pero a la vez a estados y demandas del cultivo, diferentes”, explicó el técnico de INTA.
Aunque tomando el conjunto de sitios, los resultados promedio fueron homogéneos, cuando se analizaron en detalle cada una de las localidades, se encontraron interacciones con el ambiente. Es que la probabilidad de ocurrencia de lluvias en cada localidad a lo largo de la ventana de aplicación del N, puede generar diferencias de respuestas considerables. 
De acuerdo a Melchiori, estudiando el comportamiento en relación con las precipitaciones en el período en que se pretende desplazar la fertilización (de 8 a 14 hojas desplegadas), Rafaela se separó del resto, obteniéndose algunas diferencias entre fuentes. En el otro extremo se ubicó Paraná, donde las experiencias arrojaron casi sistemáticamente el mismo resultado con todas las fuentes. Esta diferencia podría explicarse por los montos de lluvias en cada localidad y su distribución. Por caso, Balcarce y Marcos Juárez se ubicaron en lugares intermedios. Asimismo, se registraron variaciones, con una leve tendencia a lograr mayor eficiencia en el uso del N en fertilizaciones tardías, gracias a una mejor sincronización entre la oferta y la demanda del nutriente, hecho siempre condicionado por la disponibilidad hídrica y no por la fuente en sí misma.
“Esto es interesante de analizar porque conociendo el clima y los datos de precipitaciones -que están disponibles para cualquier productor en cada localidad- se puede tener una aproximación del comportamiento esperable de una u otra fuente de nitrógeno de acuerdo a la posibilidad o no de tener una vía de pérdida determinada”, explicó el especialista.
Por ejemplo en Entre Ríos, usando urea en estadios avanzados del cultivo, se observaron importantes respuestas a N, “lo cual sugiere la posibilidad de diferir las aplicaciones a momentos más tardíos que los habitualmente recomendados”, agregó.  En este sentido, el ingeniero indicó que “deben ser considerados los ajustes por ambientes: clima, sitios o ambos”; y al respecto, las nuevas tecnologías de agricultura de precisión para el manejo de nutrientes específicos, serían una herramienta considerable.
Los aditivos 
Entre las prácticas propuestas para disminuir las pérdidas de nitrógeno, se encuentran los aditivos o fertilizantes de liberación controlada. Algunos de ellos limitan la transformación de la urea para mejorar su aprovechamiento o generan una mayor sincronización entre la liberación de amonio y nitratos con la demanda del cultivo. Otros, se usan para recubrir el gránulo de urea y reducir así  la velocidad de los procesos de transformación.
En ensayos conducidos por INTA en Paraná, donde hubo una alta respuesta a la fertilización, no se vieron efectos por el agregado de aditivos con respecto a la utilización de la urea sola. Por otra parte, en Balcarce, donde la respuesta fue baja, tampoco se evidenciaron beneficios con estos productos, según informó el ingeniero Melchiori.

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